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NIÑOS ROBADOS

(por J Paulorena)

Ayer jueves Cristina Gutiérrez Meurs presentó «Lo que no me quisiste contar» en la Librería Minerva de Barakaldo y tuve el placer de acompañarla en la mesa.

Hablamos un poco de la parte física del libro, de la voz de la escritura. Cristina es artista plástica y trabaja con grabados, pintura y otros materiales, como cunas de los años sesenta y fundas de almohada (una obra que fue expuesta en la última Feria de Grabado en el Euskalduna). Esto se nota en la escritura, en el uso de las palabras y en el lenguaje que modelan el libro, que perfila los párrafos como si fuera un dibujo, evitando lo innecesario para dejar que el lector llene los detalles insinuados.

Luego nos metimos de lleno en la parte metafísica, en la idea que nos quiere transmitir. Cristina comenzó hablando del origen de «Lo que no me quisiste contar», de que pasó un año investigando y recabando información que luego terminó formando no un ensayo, sino una novela realista y dramática.

En estos momentos nos encontramos con que existe una clara represión a la libertad de expresión y a manifestar ciertas ideas, es noticia la persecución judicial que se lleva a cabo contra algunos blogeros que han contado viejos chistes (puede que macabros y de mal gusto, no lo sé y no me importa).

«Lo que no me quisiste contar» es una obra controvertida porque habla de la trama de niños robados iniciada en el franquismo y perpetuada casi hasta nuestros días, de cómo se le robaban los hijos a mujeres republicanas con intención de eliminar el gen rojo (literal). También a mujeres solteras, pobres, gitanas y, en general, a cualquier mujer embarazada que podían, porque robar bebés ya era un negocio. Y además se hizo legal bajo ciertas circunstancias favorables para tapar este terrorismo de estado.

La verdad, no me importa quién empezó esto ni por qué, si derecha o izquierda, si la Iglesia como corrupto estamento o médicos afiliados al partido. Esto no es política ni es religión, «Lo que no me quisiste contar» no busca culpables, pero las noticias de periódicos y radio están ahí, señalados en la bibliografía para quien quiera buscar información.

Los niños robados y el silencio que hay en torno a este tema es una herida infectada bajo la costra mal curada de nuestra democracia. Duele, y si raspas te llega el hedor vomitivo de la corrupción más inhumana que es poner precio a la vida. Este libro sólo quiere poner en relieve que existe un daño moral y que se ha de pedir perdón a las víctimas, porque si no hay arrepentimiento es que les importa una mierda las personas y se está dispuesto a repetirlo.

Hay mucha gente afectada por esta lacra, la mayoría ignora su verdadero origen pero hay otros que han descubierto su historia. Algunos padres desconocían de dónde venían los niños a los que adoptaban, otros eran perfectamente conscientes de lo que estaban haciendo. Algunos acaban destrozados mentalmente, otros lo han aceptado y perdonado.

Pero no se quiere hablar de ello y no se quieren reparar los errores cometidos. Los culpables siguen ahí, a la vista de todos y hay veces que salen en la tele hablando de lo grande que es nuestra patria o rezando por nuestras almas pecadoras.

Se han robado niños, no sólo en nuestro país, también en Bilbao, me ofende y avergüenza. Hay que sanear y limpiar la herida para que cicatrice. Y es deber del arte, y de la literatura, criticar la suciedad y lavar la herida. Es la única razón por la que una artista como Cristina ha creado «Lo que no me quisiste contar». Y nuestra obligación como editorial, como ente cultural, como seres humanos, es apoyar su libertad de expresión y reivindicar la higiene democrática.

Siento si esta crónica me ha salido radical, pero este tema no trata de ideología política o religiosa, sino de la perversidad del hombre.