EL LIBRO DE LAS HISTORIAS FINGIDAS de Pedro P. de Andrés

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Cuando empiezas a leer un libro, tu primer impulso como lector es valorar el estilo del autor, y lo haces desde los primeros párrafos. Supongo que es algo inconsciente y ahí decides aceptar o no el pacto de ficción que se te ofrece. Luego ya llegan los personajes, la trama, el ritmo, y ese etcétera que conforman la literatura.

Y a modo de ejemplo, con este primer párrafo ya se pueden sacar dos conclusiones.

La primera considera la importancia de la fase de presentación, pero sobre todo de la introducción en una novela (o cualquier escrito literario). El comienzo de un libro debería ser tan importante como una declaración de intenciones, y ya desde la primera palabra conectar contigo. Para lograr esto el autor debe tener muy claro cuál es su público afín, es decir: tú.

Y la segunda conclusión es que la literatura es una ciencia artística, por lo tanto tiene unas normas y unas pautas que, aunque sean abstractas, sirven para definirla como literatura. Con esto quiero decir que no todos los libros son novelas, o cuentos, o relatos… Son muchos los factores que afectan en su conjunto a la literatura. Un buen escritor sabe utilizar estas herramientas, y un muy buen escritor sabe cuándo debe romperlas.

Gracias a mi colaboración en EC.O tengo el privilegio de conocer a muchos escritores por derecho propio, profesionales por la capacidad que tienen de transmitir su arte por medio del lenguaje. Es muy interesante hablar con otro escritor y compartir diferentes visiones acerca de la literatura y los métodos de trabajo. Hay veces que encuentro escritores vocacionales que quizás no se hayan planteado las estructuras de su obra: narrador, tiempo verbal, evolución de los personajes, las secuencias en el desarrollo de la trama… Escritores que tienen palabras en las entrañas y que deben ser expresadas, que quizás no sepan que el recurso literario que utilizan tiene un nombre, pero que saben manejarlo con destreza. Escritores que sienten la literatura.

Hace poco tomamos un café con un autor para hablar de su obra. Nos contó que el fin de semana había marchado a Gijón para asistir a un curso para escritores y que había descubierto que estaba utilizando recursos literarios sin saberlo. Me alegré por él, lo sentía como un punto de inflexión, otro paso adelante en el arte de escribir.

Supongo que, como en cualquier oficio, el talento es indispensable. Pero también es útil conocer las herramientas de que dispones.

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Pedro P. de Andrés se ha ganado a pulso ser definido como un profesional de la escritura. Tiene el gen del cuentacuentos y el instinto de saber elegir e hilvanar sus palabras. Además, participa en varios talleres literarios para formarse y seguir creciendo como artista.

Uno de estos talleres está dedicado a la creación de cuentos y fue ahí donde gestó el núcleo de “El libro de las historias fingidas”.

La presentación de su novela resulta interesante, la realiza en el edificio de La Bolsa, en el corazón del Casco Viejo de Bilbao, y está acompañado de Mª Carmen Azkona y Joaquín Ponte, que relata para diversión del público un par de cuentos extraídos del libro.

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El día siguiente decido tomármelo libre para leer “El libro de las historias fingidas”. Si alguien pregunta, me excuso con que es tema de trabajo.

La verdad, es un placer poder dedicarte a lo que te apasiona.

Así que me vuelco en su lectura, me engancha desde la primera línea y no lo suelto hasta terminarlo. “El libro de las historias fingidas” es un cuento que encierra otros cuentos. El hilo conductor es la historia de un individuo que termina atrapado en una cueva junto con una mujer que dice ser una musa sentenciada a muerte. Al igual que en “Las mil y una noches”, la vida de los protagonistas dependen de escribir un cuento cada día.

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A pesar de que la ambientación es actual y que no tiene nada que ver, había momentos en los que recordaba “Hyperion”, con los protagonistas relatando sus vidas y un inhumano Alcaudón que les acecha como telón de fondo.

Pedro sabe manejar el cuento, sus tiempos y recursos. También hay párrafos que reflejan metaliteratura, donde el escritor decide romper el pacto de ficción para establecer un dialogo con el lector acerca del arte de escribir, y con el personaje  cuestionando su existencia como tinta sobre papel y decidiendo saludar a su creador con el dedo bien levantado.

Ahora, con el libro en la mano, lo miro y me queda un buen sabor de boca.

Si te gustan los cuentos, tienes poco tiempo para leer y te apetece una lectura diversa pero tan ágil como intensa, este libro es para ti.

J. Paulorena