De la pasión y otras tragedias

por Lydia Cotallo

Leí alguna vez en algún sitio, sí, que para los antiguos griegos la catarsis era el alivio del ánimo por las emociones que provoca la observación de un hecho trágico, lo que debía ser algo similar a nuestro actual quien no se consuela es porque no quiere. Para ellos debía ser fácil, sólo tenían que acudir al teatro y tragarse alguna de las historietas de Eurípides o cualquier otro tal vez menos ilustre. Sin embargo yo encontraba esa purificación, nunca me gustaron los telediarios, espiando las miserias de mis vecinos a través de sus ventanas. Mira, pequeña, ¿ves? En todas partes cuecen habas, solía decirle a Rosebud. Me encantaba ese dormitorio inmaculado que mi vecina X había decorado con mimo, quizás esperando que él encontrara entre sus paredes albinas el lugar perfecto para amarla. Le aguardaba X con los labios pintados del Russian Red que sus hijas le habían regalado por Navidad. Y toda la sabiduría en la cara oculta de sus muslos. Pero yo sabía que aquellos silencios recurrentes en la habitación blanca, tarde o temprano, acabarían en tragedia.