PESADILLA EN GRIS, de Fredric Brown

 

siesta

Se despertó sintiéndose maravillosamente bien, bajo el cálido y brillante sol de primavera. Se había quedado dormido durante algo menos de media hora, según pudo deducir por el ángulo de las sombras que formaba el sol y que apenas habían cambiado.

El parque se veía hermoso con el verdor de la primavera, más suave que el del verano; el día resultaba magnifico y él era joven y estaba enamorado. Locamente enamorado, maravillosamente enamorado. Y feliz en su amor: la noche anterior, sábado, se había declarado a Susana y ella le aceptó, más o menos. No le dio un sí definitivo, pero le invitó para que esa tarde le conociese su familia, y le dijo que deseaba que ellos le quisieran y él a ellos. Si eso no significaba la aprobación, ¿entonces qué era? Se habían enamorado casi a primera vista, y por eso aún ni siquiera conocía a sus padres.

¡Oh, la dulce Susana, con los suaves cabellos castaños, la graciosa naricilla, las pecas marcadas y los grandes ojos de color café!

Era la mujer más maravillosa que uno pudiera desear.

Bueno, ya era tarde: Susana le había citado a esa hora. Se levantó del banco y, como sentía los músculos un poco entumecidos por la siesta, bostezó voluptuosamente. Se dirigió hacia la casa, que quedaba a unas manzanas de la suya.

Subió los escalones y llamó a la puerta. Esta se abrió y por un segundo se imaginó que la propia Susana salía a abrirle, pero no fue así. Probablemente se trataba de su hermana; Susana había mencionado que tenía una hermana un año menor que ella.

Se inclinó y se presentó, preguntando por Susana. Le pareció que la muchacha le miraba con extrañeza. Después le dijo:

— Pase, por favor. Ella no está en este momento, pero si gusta aguardar en la sala…

Esperó en la sala. Le extrañó que ella hubiera salido.

Entonces oyó la voz de la chica que le había recibido, hablando en el vestíbulo y, con explicable curiosidad, se levantó y fue a la puerta para escuchar. Parecía estar hablando por teléfono.

— Harry, por favor ven enseguida y trae contigo al doctor. Sí, es el abuelo… No, no es otro ataque al corazón. Es como la vez que le dio amnesia y pensó que la abuela aún vivía. No, no es demencia senil, Harry, es sólo amnesia, pero esta vez la cosa es peor. Cincuenta años menos… su memoria es la de cuando aún no se había casado con la abuela…

Repentinamente viejo, envejecido cincuenta años en cincuenta segundos, lloró en silencio, recostado en el marco de la puerta.