La curiosidad mató al gato

por Judith Balanzategui

Es una apacible tarde de otoño y estoy paseando por el parque, con mi cámara de fotos. Me encanta el follaje en este época. Todo se cubre de tonos amarillos, rojos y marrones. Seguro que me quedan unas capturas preciosas. Veo una cartera tirada en el suelo. Es de cuero marrón, de esas pequeñitas que son más un tarjetero que una cartera. Abro la cremallera con la intención de hallar algún dato sobre el dueño que me permita devolvérsela.

En su interior no encuentro tarjetas o carnets. Ni siquiera una monedita. Solo una hoja con una inscripción y  una cifra Ottendorf:

Pienso automáticamente en llevarla a la policía, pero mi curiosidad puede con mi sentido del deber. Desde luego la cita debe de hacer referencia al libro que debo usar. Está claro que la frase habla del tótem de los 3 monos. ¡Claro! “el cuarto mono” de J.D.Barker. Raquel, por favor, como puedes ser tan lerda, me digo a mi misma.

Me voy a la biblioteca más cercana y me hago con un ejemplar. Aplico la cifra Ottendorf: primer número (numero de pagina), segundo número (la línea dentro de la pagina) y tercer numero (la letra dentro de la línea). No tardo más de 5 minutos en resolver el enigma: “bolintxubidea 1”. Eso está cerca del barrio de Buia. Así que me cojo el autobús número 56 hasta el barrio de la peña y decido recorrer el resto del camino andando. Nunca viene mal un poco de ejercicio.

No me lleva más de un cuarto de hora llegar al punto indicado. Es un caserío de grandes dimensiones con un huerto espectacular a un costado. No parece haber nadie dentro. Me acerco al huerto. Las hortalizas tienen una pinta increíble. La huerta se expande hasta la parte de atrás. Me acerco sigilosamente, con la acuciante sensación de que no debería estar allí. ¿De quién será este caserío? ¿Quién habrá dejado la cartera en el parque? ¿Quién habrá escrito el acertijo y que quiere? ¿Serán todas las respuestas la misma persona? Las preguntas se agolpan incesantes en mi cabeza con la intención de conseguir alguna respuesta que se niega a salir de su escondite. Entro en un cobertizo que hay detrás de la casa y me quedo automáticamente sin aire…

La estancia está llena de cuerpos mutilados. El hedor a hierro y cobre es insoportable. A mi izquierda hay una trituradora de madera llena de sangre. madre mía, pienso mientras me tapo la boca con la mano. Un ruido a mi derecha me sobresalta. Me giro, pero no lo suficientemente rápido, la hoja de un hacha está a punto de alcanzarme. La esquivo por muy poquito. Consigo zafarme de mi atacante y echo a correr por el huerto. Este sería un buen momento para llamar a la policía.

One Response to “La curiosidad mató al gato”

  1. Yera 19 de enero de 2021 at 20:22 Permalink

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