FUEGO

Ulmaria

El dolor inundó sus ojos emborronando la implacable visión que se abría frente a ella. No podía asimilar que todo lo que había conocido se había reducido a cenizas. Las quemaduras se extendían a lo largo de sus extremidades causándole un desgarrador sufrimiento. La piel, o lo que quedaba de ella, dejaba ver la roja carne entre negruzcos jirones. Solo quería perder la consciencia, y no despertar jamás.

Toda su familia, amigos y conocidos eran ahora, polvo removido por un viento que se esmeraba en mezclar y esparcir los calcinados restos. Las calles y edificios cubiertos de ascuas y hollín dibujaban un escenario tenebroso; lo más parecido al infierno que había conocido se abría inevitablemente frente a ella.

Las lágrimas brotaron al fin, dejando surcos en sus sucias mejillas. Sus rodillas cedieron dejando caer su maltrecho cuerpo mientras un sentimiento de culpa se retorcía en su cabeza. Definitivamente, nunca debió jugar con aquel portentoso dragón.

 

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