31. El precio del conocimiento.

J. Paulorena

Llamaron tres veces a la puerta y la señorita West dio permiso. Ratón entró incómodo mirando alrededor, se volvió hacia la puerta para comprobar que su posible ruta de escape seguía ahí y, por fin, se centró en la mujer que le observaba atenta.

—Buenos días, Ratón. Por favor, siéntate.

Él obedeció y se quedó a la espera como si fuera ella quien le hubiera convocado.

—De acuerdo. Has decidido venir porque tienes un texto que precisa traducción, ¿es así?

Ratón asintió con la cabeza y dejó sobre la mesa un papel en el que había reproducido un párrafo.

Lisbeth cogió el papel sin hacer ningún comentario y lo estudió con atención. Cerró los ojos y Ratón tuvo la sensación de que se marchaba lejos. Había descendido a las profundidades de su memoria donde los recuerdos ancestrales, las voces de los Portavoces muertos, supieran reconocer aquella grafía.

Se puso a escribir en un folio según hablaba.

—Escritura criptográfica de Hiperbórea. La traducción literal sería más o menos que aquel que es la Puerta, o la Llave, dispone, posee o controla el Tiempo. Que es Uno y a la vez es Todo. A esta entidad se le da un nombre que no quiero pronunciar, y el párrafo continúa diciendo que Él reconoce cuál es o dónde está la entrada porque Él en su origen o por sí mismo es la entrada. Pasado, presente y futuro son unidad, una sola cosa en Él. Y hasta aquí el párrafo que me has traído para probarme —le entregó lo escrito para que él leyera—. ¿Coincide con tu propia traducción?

Yog-Sothoth es la Llave, Yog-Sothoth es la Puerta. Es el guardián de la Entrada porque Yog-Sothoth es la Entrada. Pasado, presente y futuro son una sola cosa en Yog-Sothoth porque es Uno y es Todo.

—Hay partes del texto que se vuelven… extrañas —confesó el muchacho, desvanecida cualquier duda—. Hay signos que no logro identificar. Ni siquiera sé cómo se llama lo que tengo entre manos, ni si pertenece a una obra mayor, ni su origen. Todo esto es un enigma que debo resolver.

—Forma parte de los Manuscritos Pnakóticos, y fueron escritos por seres de otro mundo que colonizaron la Tierra cuando era Panguea.

Lisbeth estudiaba la reacción del muchacho ante la revelación, pero él no pareció alterarse.

—Los pergaminos hablan de la raza de Yith, ¿se refieren a esos seres de otro mundo?

—Sí. En algunos círculos se les conoce como la Gran Raza de Yith porque fueron capaces de dominar los viajes en el tiempo. Pero como te puedes imaginar, todo esto son fantasías.

Ratón la miraba a los ojos.

—Por supuesto. Fantasías.

—¿Dónde encontraste los pergaminos?

El muchacho se sonrojó pero mantuvo su mirada.

—Traspapelados en la biblioteca. Señorita West, ¿puede ayudarme a traducirlo?

—Puedo hacer algo mejor, puedo indicarte que existe una traducción completa y en griego.

Al muchacho se le abrieron los ojos.

—Eso sería de mucha ayuda, sin duda.

—Pero tiene un precio.

Él frunció el ceño ante el cariz que estaba tomando la conversación.

—¿Qué puede querer usted de mí?

—Intento evitarlo pero se fijan en mí. En cambio, tú no tienes nombre, nadie te ve. Puedes ir a sitios que a mí me están vedados.

—¿Quiere que baje a los sótanos?

Su preguntaba le demostraba a Lisbeth que había acertado con el muchacho. Ratón, dentro de su invisibilidad como alumno apocado y escondido en su lectura, no era tenido en cuenta y la gente conversaba delante de él sin verle. Pero escuchaba cosas, atendía, pensaba.

—Quizás, todavía no lo sé. Hay un nombre que estoy buscando, quiero que lo encuentres y descubras todo sobre él.

—¿Quién es?

—Quién no, qué. Averigua todo lo que puedas sobre algo llamado Miskatonic.

Mientras hablaba, Lisbeth escribía una carta que metió en un sobre dirigido a alguien llamado Maestro Guardián de los Arcanos, junto con una dirección.

—Esta es la persona que tiene la copia de los Manuscritos Pnakóticos. Dile que te envía la Portavoz de la Ley. Te aviso que no querrá deshacerse de ellos, pero quizás te permita verlos.

Ratón cogió la carta.

—¿Se fía usted de mí? ¿Y si escapo con la carta y no cumplo mi parte?

—Mejor para ambos que no lo sepamos.

Gracias por comentar.

5 Responses to “31. El precio del conocimiento.”

  1. Nimthor 1 de junio de 2020 at 19:33 Permalink

    Y si los yithianos controlan los viajes en el tiempo, que les paso para que no sepamos más de ellos? O es justo por eso?
    Interesante la visión de Elisabeth y la lectura de las auras.
    Pensaba que Miskatonic era algo fácilmente identificable en este universo….

    • J. Paulorena 1 de junio de 2020 at 20:08 Permalink

      Están huyendo de un destino en el que la especie de la Gran Raza desaparece. Viajan en el tiempo y pueden trasladar su conciencia en las criaturas nativas del momento y lugar al que escapan, pero el destino siempre los encuentra.
      Miskatonic es mencionado en el cap. 13 por el Señor de la Ceniza.

  2. Santi sardon 1 de junio de 2020 at 20:58 Permalink

    Excelente. La mención a la gran raza, estupenda

  3. Harkonen 2 de junio de 2020 at 21:27 Permalink

    Mas pulpos para la cosecha ahora tenemos procedentes de Haiti……. 🙂 en la ecuación….

Deja una respuesta