Tiempo
Me ha despertado el silencio, quietud más bien, al otro lado de mis cristales. Una caricia, ¿lo habré soñado? Con los ojos ya abiertos agradezco un respeto a la noche, al sueño propio y ajeno, que desconocía. Ayer me dormí nerviosa, ahora me siento descansada, lista para adaptarme a un tiempo que no necesito estirar como un chicle. Extrañeza. Observo el cielo despejado, insolente, y abajo el vacío de una ciudad sin volumen. No hay prisa, me digo, y trato de imaginar esas vidas ahora invisibles, recogidas en espacios igual de cerrados que el mío, pero abiertos a imaginar, a reflexionar. Enciendo la radio, todo suena más alto. Mientras preparo el desayuno evoco la imagen de los estantes desiertos del supermercado. Necesito abrir la ventana, respirar hondo, quizás un aire más limpio, pero recorro con la mirada las persianas bajadas de los comercios del barrio. Percibo su angustia. Las tostadas, que no se quemen.
Enseguida nos reunimos en familia. La mesa, la charla, el plan. Es el peor año para que esto pase, se lamenta mi hijo. No lo sé, pero eso no es lo importante. ¿Entonces?
Pienso en que el ecosistema es una víctima más, mira el clima; en nuestro consumo depredador, mira el súper; en la esclavitud de la tecnología, levanta la cabeza; en cómo las políticas neoliberales arrasan lo público, ya ves los hospitales; en la injusticia normalizada, es una lotería; en el culto al dinero y la fama, ahí están las redes; en que lo uniforme mola porque lo diferente mosquea. Pero solo lo pienso. Entonces, ¿qué es lo importante?, me pregunta de nuevo. A ver si lo averiguas, que en eso consiste también.
de Cristina Gutiérrez Meurs
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