El miércoles pasado se celebró el concurso de microliteratura en la La Librería de Deusto. Las campanas tocaban las siete cuando aparcábamos y llegar a la librería nos llevó sólo un par de minutos. Estaba llena; allí se realiza un curso de escritura y se habían animado a leernos sus relatos.
Llovía, hacía frío y estábamos un poco enfermos pero qué más da un resfriado y unas décimas de fiebre cuando tenemos a tanta gente deseando participar. Saludos, presentaciones y, con la sorpresa de que la librería cierra a las ocho. Íbamos muy ajustados.
Llevamos ya varios años haciendo el concurso todos los meses y, más o menos, calculamos bien los tiempos. No va a dar para todo el mundo.
La editora ha sido entrenadora en un equipo infantil de balonmano y aquel momento fue como la llegada de nueva gente que quieren probar si les gusta el deporte. Les das preferencia a costa de sacrificar a algunos de tus jugadores habituales. Sientes que no eres justo con ellos, pero las circunstancias así lo exigen. Nuestras disculpas a Lydia Cotallo, José Ángel Conde, Nieves GP y José Miguel Sánchez, por haber tenido que posponer las lecturas de sus obras, y nuestro agradecimiento a Pedro de Andrés, por su elegancia de retirar su relato y dejarlo para el mes que viene.
En total se leyeron diez relatos, siendo el ganador “La colección”, de Charo Eguiluz, y el finalista “La tienda de conveniencia”, de Juan Manuel Sánchez-Villoldo.
Y de los siete microrrelatos, “Algarabía”, de Llum Saumell resultó ganador y hubo empate en los finalistas: “Amor platónico”, de Helena Andés y “Retoque”, de Ricardo Manzanaro.
Siempre resulta interesante asistir al concurso. Hay talento ahí fuera. Está por todas partes.
Es bonito ver que la gente disfruta y se emociona con estas lecturas.
