Un bacalao

Judith Balanzategui

Cuando por fin llegamos a Westminster bridge road, la escena del crimen ya ha sido acordonada. Killian, mi compañero de patrulla, sigue conduciendo hasta Parliament street. El guardia que custodia la entrada al parlamento nos abre la puerta al ver mi placa. Aparcamos justo debajo del Big Ben.  Me bajo, abro el paraguas y me dirijo hacia la puerta de acceso a la famosa torre del reloj.

—Anda que en 160 años que tiene ya podían haberle construido un ascensor. 334 escaleras de piedra a estas horas.

—Ya verás que culito más bonito se te va a quedar. Ñam— Me responde él mientras me mira el trasero con cara golosa.

—Killian!!— respondo a modo de reproche.

Unos esfuerzos más tarde llegamos a lo alto de la torre donde se encuentran el forense y un oficial analizando la escena.

—Doctor Newport que tenemos

—Varón. Unos 55 años. 80 kilos de peso. Por la temperatura del hígado diría que lleva muerto unas 3 horas. Es decir, que lo han matado sobre las 12 de la noche. Si, habéis oído bien, lo han matado. La ropa esta manchada de sangre sobretodo en la zona del vientre y aunque todavía no he podido quitársela debido al protocolo de conservación de pruebas, he podido observar unas incisiones profundas en vientre y abdomen. Por lo que he podido ver parecen mordeduras de algún animal grande como un cocodrilo o un tiburón. Sé que parece una locura, pero no podré decirles más hasta que no haga la autopsia.

—Que me puedes decir del garfio que tiene en su mano derecha. ¿No os recuerda a alguien? Le falta una peluca y a lo mejor un sombrero pirata.

—Tal vez yo pueda contestarle a eso, inspector Jones— interviene el oficial Ahab con una sonrisa triunfal en su rostro— La persona que tienen ante ustedes es nada más y nada menos que el capitán James Hook del H.S.S. Jolly Rogers de la marina real. Hace 1 año perdió la mano en la selva del Amazonas en una misión oficial. La reina intentaba encubrir una red de tráfico de niños a escala mundial. Una de las células estaba a punto de ser descubierta en el interior de Brasil y nuestra querida Elizabeth quiso asegurarse de que eso no ocurría. La misión les resulto más difícil de lo que creían en un principio. Nuestro capitán perdió la mano gracias a una organización conocida como “los niños perdidos” que intentaba impedir la misión destapándolo todo y rescatando a los infantes. Por desgracia, solo pudieron rescatar a unos pocos, entre ellos tres hermanos londinenses. Wendy, John y Michael Darling.

—Dios mío, que tragedia. Que en pleno siglo XXI sigan ocurriendo estas cosas. Es inaudito. —Digo sin poder dar crédito a lo que oigo.

Killian, el oficial Ahab y yo nos distribuimos por la escena en busca de pruebas. A mí me toca la esquina noroeste.

—Chicos, mirad. Hay un polvo dorado brillante en el suelo. Voy a coger una muestra para analizarla en el laboratorio. ¿Qué diantres será?— pregunto en alto mas para mí que para los demás

—Quizá sea polvo de hadas.

—Que chistoso eres Killian. Vaya ideas se te ocurren. Lo más probable es que sea purpurina o algo así. No veo la relación que puede tener con las mordeduras, pero todo se sabrá.

—Culito, mira lo que hay aquí en el suelo. Vas a flipar. — Killian se encuentra justo en el lado opuesto al mío— parecen escamas y un mechón de pelo rubio. No entiendo nada.

—Inspectores, vengan un momento— nos reclama el doctor Newport desde el centro de la escena— acabo de mirar en sus bolsillos y he encontrado una pluma, ustedes me tendrán que decir de que animal, y una pipa o cachimba.

  • ¿Todo esto no os recuerda a un cuento?

Los cuatro nos miramos pensativos mientras la segunda estrella a la derecha brilla radiante en el cielo londinense.