Miedo insuperable

por Belén Fernández Crespo

La tecnología tenía la respuesta.  

Luis abrió el paquete cuidadosamente.  El equipo de protección que  llevaba entorpecía la tarea: las empañadas gafas apenas sí le permitían ver lo que estaba haciendo y los guantes le dificultaban extraer el ingenio mecánico de su bolsa de plástico.  

Al acabar, introdujo los residuos en la incineradora.  Roció el spray desinfectante por su cuerpo y por el fascinante artículo que le permitiría, después de veinte años de terrible germofobia, adentrarse en el mundo exterior y recuperar su vida: el software resaltaría las zonas contaminadas, permitiéndole, de aquella forma, evitarlas.

Observó los anteojos metálicos en silencio.  Volvió a desinfectarlos, repasando cuidadosamente los recovecos de difícil acceso para el antiséptico.  Pulsó el botón de encendido de las gafas y se las puso…  

No podía dar crédito.

¡Gérmenes!  Inquietantes «ciempiés» y «zarzamoras» , que habían logrado salvarse de la asepsia de su domicilio, formaban pequeñas islas sobre las superficies; aterradoras “arañas” y extraños «asteroides» flotaban en el aire, esperando adherirse a su ropa con la ayuda de sus cilios. ¿De qué habían servido sus desvelos sino para perder a su familia y sacrificar su trabajo? No había dónde esconderse.  ¡Ni siquiera su hogar era seguro!

Enloquecido, se lanzó a la calle.

El dispositivo delataba microorganismos de formas inimaginables fosforeciendo sigilosamente en las manos y rostros de sus conciudadanos; expelidos por sus respiraciones y palabras; formando un aura que se ceñía, imperceptiblemente, a sus cuerpos.  

Finalmente se le revelaba la Verdad…  ¡El ser humano, que se creía superior, no era nada! La Naturaleza siempre había tenido el control pero, por alguna extraña razón, trataba con clemencia al organismo más destructivo de la Tierra.

El ejército invisible, agazapado, esperaba órdenes de ataque.