La casa enkarmada

Judith Balanzategui

Catalina, la nueva “free tour” de Villamalvada del barranco, se sienta en las escaleras de acceso a la casa de “Juan, el loco” y nos invita a los aquí presentes a imitarla. Mientras me siento, observo el enorme caserón. Las ventanas están cubiertas por postigos. La fachada, que en su día fue de un blanco inmaculado, es ahora tan negra como las nubes que rodean la montaña a mi espalda.

—La tormenta se acerca, será mejor abreviar si no queremos convertirnos en electroduendes —señala Catalina—. Como todos los aquí presentes sabréis, esta es la casa del famoso Juan, el loco. Son muchos los rumores que se escuchan, pero ¿Cuál es la verdadera historia?

»Todo empezó el día en que su mujer, Amanda, decidió divorciarse e irse a vivir al Mediterráneo, dejando a sus 2 hijos a su cargo. Juan, estaba desolado. No entendía la razón por la que Amanda le había abandonado.  A pesar de que únicamente la había usado para el sexo y para los asuntos domésticos, sus decimonónicas creencias le impedían ver la inmoralidad de sus actos. La empatía no formaba parte de su ser, ni siquiera con sus hijos con los que nunca había ejercido de padre.

» Ernesto, el primogénito, no aguanto más que un año la horrible situación aquí vivida. Harto del alcoholismo de su padre y de las palizas que les propinaba, cogió la maleta y se fue a vivir con su hermosa y embarazada novia Julia. 6 meses después, Juan echó de casa al pequeño Alfredo, que contaba 15 primaveras por aquel entonces. La razón de dicha expulsión fue una joven de 21 años y cinturita de avispa que hacía las delicias de Juan. Mientras este hacía disminuir el tamaño de su cartera a la vez que disfrutaba de un orgasmo tras otro, Alfredo que nunca había recibido un céntimo de su parte, estaba perdido, solo y sin dinero. No quería molestar a su hermano que estaría viviendo con alegría su estrenada paternidad, pero no tenía otro sitio a donde ir. A cambio cuidaría de la pequeña Nicole.

»Un día Alfredo entró al cuarto de su hermano a dejar la colada y se encontró a Julia tapándose con maquillaje unos cardenales. Esta le dijo que no era nada, que no se preocupase. Pero como ocurre en la mayoría de estos casos, el maltrato pronto fue a más y ya no había maquillaje en el mundo que pudiese tapar el miedo y los golpes.

»La noche del 31 de octubre de aquel año, fue la más sangrienta de este pueblo. Poco se sabe de lo que ocurrió tras aquellas paredes. El dormitorio principal estaba bañado de un líquido escarlata. El ADN coincidía con el de Ernesto, pero jamás encontraron su cadáver. Tampoco a su asesino. No se volvió a saber nada de Alfredo, Julia, ni de la pequeña Nicole. Juan, por su parte, no mostro emoción alguna ante lo sucedido. Su única preocupación era encontrar a Cristal, la jovencita que le había dejado en la ruina.

»Una semana después del funeral de Ernesto, el cuerpo de Juan apareció inerte sobre su cama con una erección de caballo y una nota en la almohada que rezaba: “El Karma no tiene menú, te servirá lo que te mereces…”. Tampoco encontraron al culpable en este caso. Los niños del pueblo dicen que la casa está encantada por el espíritu de Juan…

Catalina deja de contar la historia en el mismo momento en que me cae la primera gota.

—Continuaremos el recorrido en la plaza porticada —nos indica.

Se encamina cuesta abajo hacia el centro del pueblo y los demás la siguen.

La luz de un relámpago me rodea y un escalofrío me recorre la espalda cuando oigo:

—Amandaaaaaaaaaaaaaaaa

“habrá sido el viento” me digo.

—Vamos Nicole, ¿qué haces ahí parada?

Sonrío a mi marido y me alejo junto a él calle abajo.