EPÍLOGO

J. Paulorena

Si hay un grimorio maldito por excelencia en la literatura universal ese es el Necronomicón, escrito por el árabe loco Abdul Alhazred y mencionado por primera vez en el cuento La ciudad sin nombre, del escritor H. P. Lovecraft.

Una de las cuestiones que siempre me han parecido más intrigantes de este libro es su etimología (pues sí, ya sé que soy raro pero si no lo fuera, no escribiría sobre estos temas… y, ahora que lo pienso, tú tampoco te libras de cierta rareza si has acabado aquí atraído por el Necronomicón).

Hasta esa época prehistórica en la que no había ordenadores como es la primera mitad del siglo veinte, una base fundamental en la cultura era el estudio de los clásicos y de sus idiomas. Lovecraft despertó de un sueño con la idea del Libro en su mente y, a partir de adjetivos derivados del griego antiguo, dio nombre a este grimorio.

Necronomicón significa, según su propia interpretación: Imagen de la Ley de los muertos, o El libro relativo a la ley de los muertos.

Con esta interpretación en la cabeza de un libro que contiene la ley que rige a los muertos, me puse a trabajar con el borrador que me había pasado S. Sardon de Las cosas son diferentes en Arkham, en concreto estaba desarrollando la idea de los nombres como foco de identidad. Conoce el nombre de un demonio y podrás expulsarlo; conoce el nombre de una persona y podrás dominarla. Cada experiencia vital del individuo queda registrada en el alma, y el nombre es el portal de acceso. Conoce un nombre y conocerás su vida, era la idea. Y como nombre en griego es onoma, alterando la deconstrucción de lexemas y morfemas de los que deriva Necronomicón, llegué a mi propia reinterpretación de la interpretación de Lovecraft: El libro relativo a la ley que rige los nombres de los muertos.

Pero el Necronomicón no es sólo un libro, grimorio, texto infame o manuscrito blasfemo. Tiene nombre propio y, como dijo el maestro Terry Pratchett: darle nombre a un objeto es darle identidad, por lo tanto deja de ser algo común para convertirse en otra cosa. El Necronomicón es un objeto de poder, igual que el Anillo Único, tiene personalidad y sus propios fines. El Necronomicón debe considerarse entonces como un personaje más y de gran relevancia para la historia.

El Necronomicón busca a un Elegido (lo pongo en mayúscula para resaltar el papel arquetípico del mito del héroe, si quieres saber más busca información sobre Joseph Campbell y Norman Spinrad). A este elegido se le denomina Portavoz de la Ley que rige los nombres de los muertos, y queda atado a la voluntad del libro. Al Portavoz se le concede un gran Poder (sí, las mayúsculas resaltan la importancia de la palabra), pero no deja de ser un esclavo al servicio del Necronomicón. Y de esta manera el mito del héroe queda retorcido además de obtener profundidad en el personaje.

Hace poco me dijeron que Elisabeth se había convertido en un Ángel de la Muerte, lo rebatí diciendo que lo era desde siempre, desde que su padre regresó de Afganistán con el manuscrito original para ponerlo en sus manos, y así podérselo legar a su hijo. En realidad me pareció una descripción muy acertada de la función de un Portavoz ya que, al escribir los nombres de los muertos en el Necronomicón, sus almas quedan juzgadas. ¿Qué ocurre después? No es función del Portavoz saberlo.

El Portavoz escribe el nombre de los muertos en las páginas en blanco que el propio Necronomicón crea para tal efecto, y por esta razón el volumen se va engrosando con el paso del tiempo. Algunas almas son liberadas y otras encadenadas a sus pecados, pero todas quedan plasmadas en el libro. El Necronomicón es un listado con los nombres de los muertos, y cada nombre contiene el resumen de una vida. Estos nombres cambian al ser escritos y lo que se lee en el Necronomicón es otra cosa muy diferente. Cada nombre se transforma en una palabra formando nuevos párrafos de conocimiento oculto, de aquello que esconde la Realidad.

El Kitab Al Azif es el manuscrito original (para Lovecraft significaba el ruido que hacen los insectos del desierto, aunque en realidad significa El libro falso), pero la primera copia se tradujo como Necronomicón y con este nombre se extendió al resto del mundo. Cuando un Portavoz escribe nuevas listas de nombres de muertos, cualquier copia se reescribe porque todas las copias son el Necronomicón, igual que el demonio del Nuevo Testamento.

Y Jesús le preguntó:

—¿Cuál es tu nombre?

Y le respondió diciendo:

—Mi nombre es Legión, pues somos multitud.

A lo largo de 40 capítulos hemos seguido la biografía de Elisabeth, maldita en su papel de Portavoz de la Ley, desde su infancia hasta su fallecimiento. Hemos viajado con ella de la vieja Londres a la miseria de las calles de Nueva York, para terminar en Boston. Con ella hemos atravesado los límites oníricos para caer en la Tierra de los Sueños y descubrir la incipiente colonia de Arkham. También hemos investigado sobre la enigmática Universidad Miskatonic y nos hemos enfrentado a una secta milenaria. Y por el camino ha habido amor y miedo, aliados y criaturas inefables. Pero el Necronomicón siempre ha estado ahí, observando, a veces en silencio como una sombra del decorado, otras exigiendo su ración de almas.

Ahora que ha acabado, debo confesar que Elisabeth sólo ha sido un vehículo temporal para el Necronomicón. No es a ella a quien buscaba, sino a su hijo Herbert West, a quien Lovecraft le llamó El Reanimador. Sí, la historia del Portavoz no ha acabado, Arkham y el libro de los muertos continúa y pronto estará en las librerías.

Y para terminar, espero que hayas disfrutado de la lectura y quiero darte las gracias por los mensajes que me has hecho llegar, algunos públicos y otros privados, y por animarme a seguir compartiendo esta historia.

Ahora he de dejarte, debo seguir dando voz a Herbert West como próximo Portavoz.

No sabe lo que se le viene encima.

Post data: Esta lectura se puede leer de manera independiente, pero si quieres explorar más de este universo, tienes Las cosas son diferentes en Arkham, ambientado en la época actual, cien años después de los acontecimientos vividos por Elisabeth.

Muchas gracias por tu tiempo.

4 Responses to “EPÍLOGO”

  1. Harkonen 17 de junio de 2020 at 14:26 Permalink

    Vale una reflexión que se me viene a la mente; es que dicho libro es un comedor de almas y que para seguir tiene que comer dichas almas al saber de sus nombres quedan encarcelados de porvida en este caso eterna que va devorando y consumiendo como a su portador……. para seguir nutriéndose, le que se me viene es que creo que dicho libro se escribió en un ataque de locura o ascensión mental…. la cual fue dominada por algún dios «MITOlógico»……. (Mitos) en plan biblia…… para encarcelar y dominar las mentes y almas retorcidas que nutren a estos dioses… porque estos dioses necesitan de sus seguidores… que son los que les dan poder……. Propicios días, nos leemos……

    • J. Paulorena 17 de junio de 2020 at 14:40 Permalink

      Gracias por tu reflexión.
      Cuenta la leyenda que Abdul Alhazred recibió la visita de un djinn, que le susurró las blasfemias ocultas del desierto. Y de esta manera partió en su busca encontrando una ciudad abandonada, junto a sus secretos. A su regreso, había escrito gran parte del Kitab Al Azif, que luego sería renombrado como Necronomicón.
      Algunos especialistas en lo oculto sospechan que el djinn era una de las Máscaras de Nyarlarhotep.

  2. Santi sardon 17 de junio de 2020 at 14:44 Permalink

    Gran epílogo y buena explicación de esta parte. Deberías incluirla en el libro final

    • J. Paulorena 17 de junio de 2020 at 14:46 Permalink

      Buena idea. Igual como prólogo.

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