37. No es justo.

J. Paulorena

El carruaje se detuvo, abrió la puerta para que bajaran los dos niños.

—Las normas son sencillas, pero os las repito. Estamos a tres kilómetros de casa, en aquella dirección. Gana el primero que llegue.

—No es justo —dijo Herbert.

Cormac, cinco años mayor que él, se frotaba las manos ante lo que parecía una victoria segura. Su madre solía ponerles retos y el ganador se llevaba un dulce. Algunas veces eran pruebas atléticas y otras desafíos intelectuales, y el primogénito no siempre ganaba.

—Nunca he dicho que sea justo. Las normas no lo son, las leyes no lo son, la vida no es justa.

Lisbeth cerró la puerta y dio un golpe para que el cochero se pusiera en marcha. El carruaje ya estaba lejos cuando el pequeño le preguntó a su hermano.

—¿Cuándo empezamos?

Y Cormac se puso a correr dejándole con la palabra en la boca. Trotó detrás de él, pero era mayor, más fuerte y más rápido. Él era bajo para su edad, y por mucho que su madre les obligara a practicar todos los días, no estaba hecho para el deporte, a diferencia de su hermano. Sin embargo se le daban bien los libros y reflexionar sobre las cosas. Pero dichas cualidades no servían en esos momentos en los que su hermano ya quedaba lejos, y pronto desapareció en las curvas y altibajos del terreno. Se puso a llorar, pero siguió corriendo porque era lo único que podía hacer.

Cormac estaba orgulloso de sí mismo, por muy cansado que estaba no iba a dejar de correr en ningún momento. Sería el primero, y llegaría a la meta con mucha distancia de su hermano. Pero bajó el ritmo de sus zancadas, Herbert se había quedado atrás y ya no le veía. Se sentía inquieto por su hermano, pero su madre había sido clara y debía obedecerla.

Algo en aquella carrera le preocupaba.

A lo lejos vio a su madre, que aguardaba su llegada. Estaba seria, él apretó el paso.

—He ganado —dijo resoplando, agotado pero contento.

—¿Dónde está Herbert?

Frunció el ceño, todavía sujetándose las rodillas miró el camino recorrido. Ni rastro de su hermano.

—Le deje atrás casi desde el principio.

—¿Por qué?

—Porque es una carrera.

—¿Cuál es tu obligación, Cormac?

Se puso derecho.

—Cuidar de Herbert.

—Bien, te lo vuelvo a preguntar. ¿Dónde está tu hermano?

Cormac apretó los labios. Su hermano pequeño estaba solo en un camino desconocido y lejos de casa.

—Tú dijiste que era una carrera.

—Cierto, pero tienes una obligación que está por encima de cualquier otra cosa.

—Incluso dijiste que había unas normas, mamá.

—¿Y qué importan las normas, Cormac? Has dejado solo a tu hermano por una estúpida carrera.

—Pero te he obedecido.

—No. Has querido complacerme y por eso has desobedecido. Debes proteger a tu hermano, Cormac, esa es la única norma que debes seguir. Hasta que sea mayor, Herbert es tu responsabilidad y debes cuidarle ante todo, incluso ante mí si es necesario.

El niño seguía con los labios prietos.

—Me has hecho trampas, mamá. No es justo.

—Cierto, y como le he dicho a tu hermano, la vida no es justa. ¿Qué vas a hacer ahora?

Lo que había estado pensando desde que le perdió de vista.

—Ir a buscar a mi hermano.

Lisbeth asintió y su hijo volvió a partir a la carrera. No se movió del sitio hasta que vio regresar a los dos. Suspiró de alivio pero mantuvo su gesto adusto. Pasaron a su lado y no le dijeron nada. Herbert había estado llorando y tenía la vista en el suelo, Cormac la miró con enfado y desafío.

La lección había sido dura, incluso para Lisbeth, pero pronto se separaría de ellos y debían aprender a pensar, a tomar las decisiones correctas incluso cuando el mundo les decía lo contrario.

La semana siguiente les volvería a poner a prueba.

Gracias por comentar.

5 Responses to “37. No es justo.”

  1. Santi sardon 7 de junio de 2020 at 20:24 Permalink

    Buena asignación de prioridades

  2. Nimthor 7 de junio de 2020 at 21:44 Permalink

    Triage

  3. Harkonen 7 de junio de 2020 at 23:00 Permalink

    Lesson One…………….. two points………

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