24. Arkham.

J. Paulorena

El transcurso del tiempo discurre de manera diferente en los distintos planos de existencia. En la dimensión onírica el soñador tiene una noción relativa del avance del metrónomo, siendo su percepción engañosa debido a la singularidad de la propia dimensión. Una jornada aquí podría durar varios días en el plano mundano, y se sabe de soñadores que han muerto de inanición en el mundo real por estar inmersos en el sueño. Lo contrario también tiene cabida, donde las horas oníricas se extienden como una llanura interminable para, al despertar, descubrir que la perezosa aguja sólo ha avanzado una hora.

El otoño había deshojado varias veces el calendario, pero lo único que había logrado la expedición científica era obtener preguntas inesperadas para las que todavía se estaban inventando un lenguaje que pudiera expresarlas, por lo que ni siquiera habían empezado a imaginar las respuestas. Aquel era un mundo nuevo por explorar, donde la propia biología humana era diferente, donde incluso las dimensiones consideradas universales debían ser revisadas.

La fundación de una colonia era más testimonial que un intento real de asentamiento. Aunque ya era tarde, Arkham podía convertirse en un reflejo de Roanoke, la colonia perdida cuyo misterio sigue desconcertando a arqueólogos e historiadores.

Estaban rodeados. Habían apilado contenedores y camas formando una muralla improvisada, pero sólo era la ilusión de una defensa tras la que esconderse.

Arkham se había asentado en una isla creyendo que así contarían con la protección del mar contra los seres de este mundo, pero las criaturas anfibias habían salido caminando de las aguas.

Los gules, que en un principio se habían mostrado amistosos y serviciales, tras el incidente habían escapado como perros asustados. Regresaron a sus túneles advirtiendo lo que iba a suceder y negándose a participar en la defensa de la colonia que habían ayudado a levantar.

El doctor Halsey pensaba que esto se podría haber evitado si hubieran intentado comunicarse con el abismal, pero lo habían matado. Se lo encontraron junto al barracón de suministros hurgando en sus cosas. El ser era antropomórfico, pero tan extraño en su naturaleza que todos se asustaron con su presencia. El miedo les había guiado, y ahora llegaban las consecuencias en forma de una horda de criaturas marinas surgidas de las profundidades del océano. El sueño onírico que era Arkham estaba acabado.

Los profundos salían de la marea y avanzaban por la playa. En las aguas, seres titánicos de barbas flageladas observaban el avance de la infantería. Los aldebaranianos estaban preparados para usar su poder en caso de sorpresa. Pero lo que se esperaba era una masacre sin apenas resistencia por la parte humana.

—¡Vamos cabrones! ¡Ya me he cargado a uno de los vuestros! ¡Venid a por más!

El doctor se volvió hacia Wilson.

—¡Cállate! ¡Ya has causado suficientes problemas!

El hombre, una cabeza más alto que el doctor, le empujó de mala manera y le tiró al suelo.

—No decías lo mismo cuando ese bicho asqueroso apareció en medio de la plaza, así que cállate y no me toques los cojones. Me cago en mi puta vida, qué banda de cobardes.

El resto de soñadores estaban acongojados ante lo que se les venía encima, todos ellos profesores y catedráticos en esta expedición dimensional salvo Wilson, a quien habían contratado como miembro de seguridad por su experiencia como mercenario.

Los profundos estaban a un centenar de metros de la barricada, el mercenario sonrió al activar el cargador del arma y sentir como la energía pasaba del cilindro de contención a la cámara magnética.

—Esos gules dan asco, pero tienen bonitas armas.

La noche se quebró por un trueno que rasgó el firmamento. La electricidad puso el cabello en punta a los humanos, los profundos levantaron sus ojos de doble párpado y los aldebaranianos emitieron brillos notando la presencia de un Poder inesperado.

El trueno llegó al momento retumbando como si el cielo cayera a plomo. Los corazones tardaron un latido en recuperarse, un latido de quietud absoluta en la isla.

Cuando la vista se acostumbró de nuevo a la oscuridad, miles de formas habían surgido tras las líneas humanas, estáticos, soñadores de iris ciego por haber visto el más allá.

—Ph´nglui mglw´nafh Cthulhu.

La voz femenina planeó en la oscuridad. Era clara como el cristal de hielo, pero bajo su frialdad había fuerzas en tensión.

Una criatura salió de las aguas. Era del tamaño de un profundo pero con el cuerpo de un aldebaraniano, de barbas tentaculadas y alas de murciélago plegadas en su espalda. Su epidermis gris metálico tenía manchas de una vejez que no se contaba por años, sino por glaciaciones. Levantó la voz sin esfuerzo y su respuesta llenó la noche.

—R´lyeh wgah´nagl fhtagn.

Una aparición, una capa de sombras cubriendo el halo espectral de una mujer que avanzaba entre los muertos como su señora. Al llegar junto a los humanos de la empalizada, medio rostro oculto por la capucha inquirió con una voz fría como el Ártico:

—¿Quién es vuestro líder?

El doctor Halsey fue a responder, pero Wilson se le adelantó.

—Soy yo. ¿Y quién coño eres tú?

Un segundo de silencio. Ni un gesto, ni un movimiento, pero el mercenario sintió tal amenaza que los hombros se le curvaron por la tensión.

—Soy la que sabe hablar Ponapé. Ven conmigo, y el hombre de tu derecha también.

Aquella doncella espectral continuó andando hacia la playa, los dos hombres la seguían como si estuvieran encadenados a su palabra. En lo único que pensaba el doctor Halsey era que tenían que aprovechar esta última oportunidad surgida de la nada.

Frente al ser oceánico, la dama se inclinó con respeto y su voz fue algo más cálida.

—Te doy las gracias por parlamentar.

—Soy yo quien agradece tu lectura.

La voz del Emisario era ominosa, aquel cuerpo abismal contenía una personalidad que le desbordaba y cuya sombra podía cubrir una montaña. Era un avatar de aquel que muerto aguarda soñando.

La dama, envuelta en su larga capa, volvió a inclinarse con respeto.

—Con humildad, pido el perdón.

—Han asesinado a uno de mis hijos sin justificación. No hay perdón.

Aunque el idioma era gutural, desarrollado para generar ondas sonoras en un entorno acuático y de gran presión, las palabras llegaban inteligibles a los oídos del mercenario y del doctor.

—Son unos ignorantes, no saben nada.

—No hay justificación, no hay perdón.

—No hay justificación, la muerte exige remuneración. Es la Ley que rige los nombres de los muertos. Pero son humanos. El culpable debe pagar, y que los demás sean testigos para no repetir el crimen.

—Pides castigar al individuo y respetar al colectivo.

—Sí.

—De acuerdo, eso puedo aceptarlo —el ser anfibio alargó la mano y un profundo que portaba una tiara de oro le entregó un cuchillo de coral, afilado como una navaja de barbero—. He aquí el arma del castigo.

La dama aceptó el cuchillo con una reverencia y sus ropajes revolotearon cuando se dio la vuelta. De ella emanaba una luz fantasmal, y lo único que veía el doctor eran unos ojos terribles.

—Wilson es tu nombre. De rodillas.

El mercenario cayó al suelo, su cuerpo no le obedecía. Estaba asustado, había entendido la conversación y sabía lo que llegaba.

—El nombre de tus muertos exige retribución. Es la Ley.

—Es la Ley —repitió el hombre sin querer. Lloraba, los mocos le caían por la nariz y le entraban en la boca aunque su respuesta había sido clara, surgida del alma.

La mujer alzó su brazo de marfil y le entregó el cuchillo al doctor Halsey.

—El líder es responsable de toda la colonia. Su mano es la que debe ejecutar la Ley.

El doctor cogió el cuchillo y miró al hombre arrodillado. Les había hecho la vida imposible desde que estaban ahí, quizás se lo merecía puesto que su prepotencia les había conducido a esa situación, pero sentía lástima.

—No —advirtió ella como si pudiera leer su mente—, la lástima es lo que debe guiar tu corazón, pero tu obligación se debe a la colonia. Guía tu mano con lástima si quieres pero, por el bien de todos, ejecuta la Ley.

El doctor miró atrás, donde el resto de profesores estaban agrupados y muertos de miedo. El futuro de Arkham estaba en aquel filo de coral.

Sólo era un sueño.

Sin pensar más le agarró de los pelos a Wilson para llevarle la cabeza atrás y le degolló.

Soltó el arma, se miró las manos llenas de sangre y se dobló por las náuseas, pero lo único que contenía su cuerpo onírico eran arcadas vacías. Sus rodillas tocaron tierra antes de desvanecerse y despertar.

Gracias por comentar.

12 Responses to “24. Arkham.”

  1. Harkonen 25 de mayo de 2020 at 20:55 Permalink

    Toma «Ojo por ojo……» te degüello el gaznate….. (interesante) pincho de pulpo que le han entregado a Elizabeth………………..

  2. Santi sardon 25 de mayo de 2020 at 21:36 Permalink

    Genial. Excelente flashback en el origen de Arkham

    • J. Paulorena 25 de mayo de 2020 at 21:41 Permalink

      Gracias

    • Harkonen 26 de mayo de 2020 at 20:15 Permalink

      Osea según yo entiendo Arkham se formo en las tierras de los Sueños…….

      • J. Paulorena 27 de mayo de 2020 at 16:45 Permalink

        Correcto. En esta época es una colonia científica. Aún queda por ver quiénes son.

  3. Nimthor 26 de mayo de 2020 at 07:40 Permalink

    Muy interesante

  4. Alex 31 de mayo de 2020 at 13:04 Permalink

    Me ha parecido una perfecta representación de la justicia, y de lo justo. Una vida por una vida. O mejor dicho, una muerte por otra muerte. Encantado de leerte.

    • J. Paulorena 31 de mayo de 2020 at 14:11 Permalink

      La ley humana no es justa pero la ley de los muertos… Gracias por leerme

  5. David 30 de octubre de 2020 at 13:11 Permalink

    Me ha gustado. Qué insignificante es la humanidad…

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