22. El Faraón Negro.

J.Paulorena

En Five Points el silencio era como una epidemia, los de espíritu más inocente se sentían acongojados sin una razón aparente. Había algo en el ambiente, una calma inusual que ponía nerviosos incluso a los más templados. Por unas horas el delito había dejado de ser la norma, el resorte de la inminente violencia se reflejaba en miradas desquiciadas.

Hombres y mujeres recorrían las calles atraídos por una llamada que no se podía explicar. Daba igual que fueran irlandeses, judíos o italianos; por una vez negros y chinos salían de sus zonas y caminaban junto a los blancos. Nada importaba en sus miradas salvo el miedo o la locura, un instinto de supervivencia nacido de las entrañas o bien la demencia febril del creyente.

La gente se separaba en la esquina de la calle, unos avanzaban para reunirse con los de enfrente y otros se juntaban ante las viviendas de los irlandeses.

Cada uno sabía a qué grupo pertenecía.

Había hermanos enfrentados, amigos, esposas. Tampoco importaba la raza, ni la fortuna que hubieran podido acumular. Ambos bandos se contemplaban con un creciente odio que no sabían de dónde nacía, pero tampoco les importaba porque lo único que existía en ese momento era el otro. Aquel que estaba en la acera de enfrente era una máscara, el origen de todo mal que habían sufrido en sus vidas.

—¿Qué cojones está pasando?

Habían tardado más tiempo del debido. El amor parecía haber jugado en su contra. Elisabeth vio, al otro lado de la calle, a un grupo de pastunes que igualmente la habían localizado.

Un ulular gutural puso en alerta a todo el mundo. Un bando se agitó con ansia, el otro dio un paso atrás preparándose para lo que pudiera pasar.

Un africano enorme y vestido con taparrabos salió del gentío. Llevaba un machete en la mano y se pasó el filo desde el tórax hasta el abdomen. Gritos de sorpresa en el otro lado, y más cuando introdujo los dedos en la herida para abrirse la piel y sus entrañas se desparramaron por el suelo.

El cuerpo cayó inútil ya, pero aquella masa de órganos se irguió a cuatro patas, ganó volumen y de una sacudida se limpió de restos. Lo que había surgido tenía forma de animal, una especie de pantera negra del tamaño de un tigre.

Aun no terminaban de aceptar lo ocurrido, pero la pantera estaba ahí dando vueltas alrededor del cadáver y sin apartar la mirada de Elisabeth. Estaba esperando algo.

Le esperaba a Él.

Los persas dejaron de ulular y todos los de su bando hincaron las dos rodillas en tierra y agacharon los cuerpos en una sumisa oración por su dios presente.

Avanzó hasta el centro de la calle, la pantera se tumbó a sus pies. El Faraón Negro estaba desnudo y tenía cuerpo de hombre, un hombre perfecto y magnificado, su definición suprema. La piel era de un negro absoluto pero se adornaba con gemas y joyería prismática, devoraba la luz que caía sobre él pero al mismo tiempo le rodeaba un nimbo multicolor, semejante a un horizonte de sucesos que revelaba el agujero negro de su interior. Su rostro era joven y noble, los ojos eran puntos dorados como estrellas y su boca sanguínea sonreía, quizás divertido por aquella patética oposición que se le enfrentaba.

—Dámelo.

Su voz era agradable pero traía terror descarnado, la palabra de un ángel caído. La gente agachó la cabeza acobardada, temblores de pánico, orina discurriendo por piernas.

—No.

La respuesta era contundente, firme, aceptaba el miedo pero lo combatía con serenidad. Transmitía calma, no confianza en las posibilidades de derrotar a aquel ser sino la de morir con orgullo.

—Podemos evitar esto, niña. Devuélvemelo y seré clemente. Me marcharé, todo acabará aquí y podrás vivir el resto de tu corta vida sabiendo que no te buscaré. O bien enfréntate a tu faraón, despierta mi ira y destruiré esta ciudad, la hundiré en el lodo y devoraré a sus muertos. Tú eliges.

Elisabeth dudó.

Medio ladrillo salió volando y le impactó en la cara al Faraón Negro. Ni siquiera le hizo un rasguño.

—¡Hablas demasiado, gilipollas!

Five Points estalló.

Gracias por comentar.

8 Responses to “22. El Faraón Negro.”

  1. Santi sardon 18 de mayo de 2020 at 20:02 Permalink

    Buah. Esto si es quemar una etapa. El cohete vuelve a coger velocidad

    • J. Paulorena 18 de mayo de 2020 at 20:19 Permalink

      Gracias. Sólo estaba cambiando el depósito de combustible, necesario para el nuevo impulso.

  2. Harkonen 18 de mayo de 2020 at 21:15 Permalink

    Te esta haciendo la pilila gotele……. 🙂
    *La verdad que revelador e interesante y eso que no se puede hacer reuniones de mas de 10…. jajajaja…. muy interesante la presentación del negro del whatsapp

    • J. Paulorena 18 de mayo de 2020 at 21:17 Permalink

      Ja ja ja, menudas salidas tienes, Harkonen.

  3. Nimthor 20 de mayo de 2020 at 19:36 Permalink

    El hombre de negro personificado. Mucha tensión. Gooooood

  4. Alex 31 de mayo de 2020 at 13:09 Permalink

    Guau. Buen final.

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