16. Necrópolis.

J. Paulorena

El Precipicio de las Almas Errantes era un abismo, una grieta que sajaba la tierra alcanzando profundidades no holladas por pie humano, y que siguiera vivo.

El camino de descenso se iniciaba en tres pilares levantados a modo de portal, un crómlech que le recordaba la estructura Stonehenge de su Inglaterra natal.

Pasó bajo las piedras y el mismo aire pareció suspirar. El camino era una suave pendiente de escalones tallados en la roca, a su derecha se abría el abismo y, a su izquierda, dos metros de tierra hasta la pared. En esta parcela descansaban placas de mármol a modo de lápidas, miles de ellas abarcaban todo el descenso. En cada placa, un nombre y frente a cada placa, una persona arrodillada, solitaria en la multitud, rezando por recordar, por alcanzar el nombre grabado, al alcance de la mano pero tan lejano como el horizonte.

Los soñadores muertos percibían su presencia, se giraban para seguir su avance y mantenían en ella su atención aunque se perdiera en los recodos del interminable descenso.

Más abajo el camino se suavizó, las vestimentas de los muertos mostraban modas de otras épocas y las lápidas, signos de desgaste. Cuanto más descendía, mayor era la erosión por el paso de las edades. Empezaron a verse los primeros nichos en las paredes, en ellos había esqueletos en posición de reposo, inanimados pero latentes, con sombras espectrales custodiando el eterno descanso de aquellos huesos que aún contenían la chispa del alma.

Alcanzó la primera puerta. Era una torre tallada en la roca, flanqueó el portal abierto y accedió a su interior. Dentro, aparte de una escalera que ascendía al nivel superior, en cada pared había cientos de nombres tallados y una arcada que conducía a diferentes caminos.

Por la izquierda se accedía a un túnel que se adentraba al subsuelo, allí había toda una red de pasadizos que eran un laberinto. A la derecha se llegaba a un puente de piedra que, al asomarse y mirar abajo, se discernía una tela de araña formada por pasarelas y puentes que cruzaban la distancia, torres y plazas colgantes que se entretejían en una especie de fortaleza suspendida en el vacío. Y en el centro, dominándolo todo, un enorme patio abierto del que nacían docenas de pasos escalonados y pilares.

Y mirase donde mirase había muertos que le devolvían la mirada.

Siguió por el camino central, el que continuaba descendiendo. Pasó por varias torres que servían de bifurcaciones, pero también como memorial, hasta que llegó a la altura de aquella plaza central.

Accedió al interior de la última torre y vio que una forma custodiaba el paso. Estaba muerto y era un gigante que sobrepasaba los dos metros y medio de altura. Tenía el cuerpo remachado con placas de metal y su mano se apoyaba en una claymore, una espada escocesa casi tan larga como alta era ella.

El gigante la miraba, paciente, sin expresión. Al acercarse, clavó rodilla en tierra ante ella.

Cruzó el Puente de las Ánimas y llegó al centro de la plaza, donde un pebetero apagado acumulaba ceniza. Desde allí podía contemplar la enormidad del lugar, la complejidad de su construcción y los millares de muertos que la observaban. Había llegado al corazón de Necrópolis.

Levantó el pequeño cuenco por encima de su cabeza como una oración de agradecimiento, y lo dejó caer al pebetero. La cerámica se resquebrajó y el dedo cortado se aposentó en la ceniza como una leve Llama.

El Necronomicón, a una dimensión de distancia y tan lejana como el grosor de un cabello, se preparaba para ser alimentado con nuevos párrafos.

Depositó su Ceniza y su Llama en el cuenco de las almas olvidadas, y el fuego de la memoria volvió a prender donde sueñan los nombres muertos.

Los susurros llenaron el precipicio y los muertos se pusieron en pie en sus tumbas para acercarse a ella. Llegó el primero, y su nombre fue revelado. Y con su nombre llegó la luz a su mirada, su humanidad recuperada.

—Recuerdo.

Una sonrisa marchita y de la de Llama recién nacida brotó una nueva lengua de fuego.

Sólo le quedaban miles de muertos por nombrar.

Gracias por comentar.

11 Responses to “16. Necrópolis.”

  1. Harkonen 12 de mayo de 2020 at 13:41 Permalink

    Se podía haber titulado el listin telefónico de los muertos……. 🙂 😉

    • J. Paulorena 12 de mayo de 2020 at 14:06 Permalink

      Ja ja ja. El nuevo servicio de necrofonia, pregúntele a su abuela fallecida por la receta secreta que se llevó a la tumba.

  2. Nimthor 12 de mayo de 2020 at 13:42 Permalink

    Curioso

  3. Santi sardon 12 de mayo de 2020 at 18:21 Permalink

    Excelente. Un paso más en la tierra de los sueños

    • J. Paulorena 12 de mayo de 2020 at 21:01 Permalink

      Sí, Santi. Vas a flipar (espero).

  4. Harkonen 12 de mayo de 2020 at 18:39 Permalink

    Excelente

    • J. Paulorena 12 de mayo de 2020 at 21:01 Permalink

      Excelente que te parezca excelente.

  5. Harkonen 12 de mayo de 2020 at 18:43 Permalink

    Los puntos en mitos de Cthulhu a Elizabeth…. le estan «in crescendo» por segundos……..

    • J. Paulorena 12 de mayo de 2020 at 21:03 Permalink

      Y no imaginas cuánto, posiblemente 4d6.

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