13. La Ceniza y la Llama.

J. Paulorena

Despertó tumbada en la hierba húmeda, el aire tenía matices de flora silvestre pero también un regusto a almizcle de criaturas salvajes. Y ozono, sabor a cobre, estridencia y degradación.

El sonido del viento sobre las altas copas fue interrumpido, había pesadillas en el Bosque Encantado.

Elisabeth se incorporó con precaución, tenía una daga que le habían entregado los Guardianes, pero la astucia y precaución eran sus mejores armas.

Avanzó por la espesura sabiendo que era observada, pero aquellas criaturas sólo atacaban a soñadores indefensos. Era de noche y Nyarlathotep había enviado a sus secuaces en busca de esclavos y alimento, para sembrar miedo y caos por toda la Tierra de los Sueños. Pocos saldrían de sus escondites.

Entre los tocones de los imponentes árboles brillaba una llama. Elisabeth flanqueó el boscaje y, escondida entre los arbustos, vigiló la hoguera.

Estaba encendida en medio del camino, en una intersección que abría otro sendero. Sentado junto al fuego, un hombre carbonizado cuyas llamas eran el reflejo de la hoguera. Elisabeth salió de su escondite y en silencio se sentó frente a él.

Bajo el halo de aquella Llama nada entraría.

Elisabeth examinó a aquel ser que una vez fue un hombre. Su carne, recubierta de ceniza, llevaba siglos prendida pero sin llegar a consumirse. En su interior latía un fuego que ardía por toda la eternidad, sufría de una quemadura que nunca se extinguía. Era su maldición por iniciar la escritura del Necronomicón, arder para siempre. Pero la energía térmica de origen místico se transformaba, y sus cenizas se regeneraban en piel y carne, en músculos y huesos, en cuerpos destinados a ser habitados por otros soñadores. Era el Señor de la Ceniza y la Llama.

—Ante ti se abren dos caminos, niña. Por el principal llegarás a la costa, allí hay un barco que te llevará a una isla que ha empezado a ser colonizada por otros soñadores. Se llama Arkham, y sin ti no tienen posibilidades de sobrevivir.

Silencio, el crepitar de un fuego que estaba vivo. Fuera de la luz, en las sombras, las pesadillas se movían por el Bosque Encantado buscando presas.

—¿Y el otro camino?

—Conduce a Necrópolis, la Ciudad de los Muertos. Allí está tu destino, allí es donde el Necronomicón te guía.

—¿Qué hay en Arkham?

—El futuro de los soñadores en este mundo.

—¿Qué hay en Necrópolis?

—La esperanza de los soñadores en este mundo.

—Hablas como Esfinge.

—Debo ser precavido pues te corresponde a ti tomar la elección. Una palabra de más y podría influir en tu decisión.

—Por lo tanto, tampoco puedo pedirte consejo.

—Decide con sabiduría.

La llama ardía sin consumirse. La sangre latía en un corazón, en el otro fuego líquido.

—Esa colonia, Arkham. ¿Quién es esa gente?

—Es una expedición financiada por Miskatonic, son eruditos de la Nueva Inglaterra.

—¿Quién vive en Necrópolis?

—Los soñadores muertos que aguardan recordar sus nombres.

Las pesadillas se alejaban. Fuera del aura de la hoguera, la oscuridad se condensaba antes del amanecer.

—Has tomado una decisión.

—Elijo ambos caminos.

El hombre que ardía sacó un sable curvado, su filo en hoz estaba al rojo vivo, el damasco de su hoja eran venas de lava. Apoyó la mano izquierda en el suelo, la punta del khopesh junto a su dedo para seccionárselo de un tajo. Gotas de fuego fluían del miembro amputado, su rostro crispado reflejaba que era una entidad muy poderosa, pero no inmune al dolor.

Cogió su falange y la introdujo en un pequeño tarro. El trozo de dedo ardía. Se lo ofreció a Elisabeth y ella se puso en pie para aceptarlo con una reverencia. La muchacha salió de la protectora luz y se internó en la noche. Algo parecido a una sonrisa crepitó en el rostro carbonizado del Señor de la Ceniza.

Gracias por comentar.

12 Responses to “13. La Ceniza y la Llama.”

  1. Helena 9 de mayo de 2020 at 19:19 Permalink

    Fuego vida y muerte.

    • J. Paulorena 9 de mayo de 2020 at 20:11 Permalink

      Interesante punto de vista, Helena. Símbolos.

  2. Santi sardon 9 de mayo de 2020 at 19:31 Permalink

    Guapísimo. Se encauza las tierras de los sueños de nuevo. No voy a poder esperar a que termines el libro

    • J. Paulorena 9 de mayo de 2020 at 20:13 Permalink

      De nuevo, Santi? Una vez tocas el cristal de sueños…

  3. Harkonen 9 de mayo de 2020 at 19:58 Permalink

    Menuda luciérnaga que le ha entregado ahora ya tiene farolillo para guiarse en la oscuridad y seguro que le sirve para protegerse de los espectros sombríos que pululan en la noche………

    • J. Paulorena 9 de mayo de 2020 at 20:15 Permalink

      Ja ja ja. Seguro que hasta repele a Ella Laraña.

  4. Harkonen 9 de mayo de 2020 at 20:00 Permalink

    Aunque ya puestos un «Consunción» no abría estado mal…. 🙂 pero de seguro que alguno ya gasta la mocosa……..

    • J. Paulorena 9 de mayo de 2020 at 20:17 Permalink

      Ay, Harkonen! Tanto tiempo rodeado de especia y la presciencia empieza a despertar al durmiente.

  5. Nimthor 9 de mayo de 2020 at 20:31 Permalink

    Ozono. Abdul. Sueños. Maravilloso

    • J. Paulorena 9 de mayo de 2020 at 21:10 Permalink

      Sí, Abdul no podía quedarse fuera, verdad?

  6. David 11 de junio de 2020 at 11:18 Permalink

    Ah, los olores… Muy guay.

    • J. Paulorena 11 de junio de 2020 at 11:37 Permalink

      Detalles sensoriales. Gracias

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