3. Desde las esquinas.
J. Paulorena
—¡Mamá! ¡Mamá!
Elisabeth bajaba alterada las escaleras llamando con urgencia a su madre. Mery fue corriendo a su encuentro y la niña se lanzó a su falda.
—¡Es papá! ¡Otra vez le grita a alguien!
Otra vez, se repitió la mujer. Últimamente su marido se encerraba en la biblioteca y se pasaba allí días sin comer.
Ya no veía a los muertos, ya no escuchaba sus nombres y ya no podía escribir sus vidas. Ya no le hablaba el grimorio; no era Herbert quien le interesaba. Pero para el que fuera soldado, proteger a su hija del manuscrito era primordial, por eso tenía que leerlo, para averiguar sus secretos y descubrir cómo liberar a su querida Elisabeth de su influencia. Día tras día lograba traducir un pequeño fragmento más del Necronomicon pero se trataba del grimorio original y el árabe se le resistía.
Todo eso lo sabía Mery, pero también estaban ocurriendo otras cosas tras la puerta de roble. Se escuchaba a Herbert hablar con alguien y siempre terminaba gritando y con ruidos violentos. Pero al abrir la puerta, le veía sentado en su silla, pálido y consumido. Decía que no pasaba nada, que se había quedado dormido y habría gritado por una pesadilla muy vivida, pero tras descubrir los recovecos que existen en la realidad, Mery sospechaba que algo siniestro estaba ocurriendo.
Llegaron a la puerta de la biblioteca y llamaron con insistencia, pero Herbert no respondía. Abrieron y le encontraron tirado boca abajo. Jadeaba como un perro apaleado.
—Lo están buscando —dijo sin fuerzas—. Vienen desde las esquinas.
Su marido perdió el conocimiento y Mery le cogió en brazos y le llevó hasta su cama. Sorprendida de lo poco que pesaba, lo arropó y llamó a un doctor.
—Agotamiento mental —fue su dictamen.
Herbert tardó una semana en recuperarse lo suficiente para salir de la cama. En ese tiempo, Mery contrató los servicios de unos obreros y toda esquina de la casa entre techo, paredes y suelo fue rellenada con yeso para darle forma ovalada, eliminando así cualquier vía de entrada.
Mery había pasado largas horas junto a la cabecera de su marido esperando pacientemente a que reuniera algo de lucidez para poder conversar con él.
Le habló de los sabuesos de Tíndalos y otros seres capaces de cruzar el espacio y el tiempo desde los ángulos no euclidianos de una dimensión fractal.
Gracias por comentar.
Como consiguió el libro?
Que paso en la guerra?
Se lo presté yo…….. hahaha
Su padre, Herbert Mathesson, fue soldado británico en la segunda guerra angloafgana. Único superviviente de su batallón, regresó a casa con el Necronomicon.
Se explica en el libro definitivo