YO TE CREO HERMANA

VOSOTRAS, PECADORAS

Relato publicado en «TRAZOS DE MICROLITERATURA», por J Paulorena

Elijah ben Musah escuchó una vez al Profeta. A pesar de los años transcurridos, su corazón se acelera al rememorar la pasión con la que disertaba aquel hombre sobre el reino de los cielos y de la tierra. Su presencia era arrolladora, todos quedaban subyugados a una voz que vibraba dentro del alma y pulsaba en las zonas más delicadas. Decía que todos los hombres eran buenos, y aquel que escuchaba le creía y tomaba para sí el ideal de una ética humana.

Hoy, Elijah ben Musah es un hombre santo que ha escuchado la Palabra de Dios en boca del Profeta. Es respetado en la comunidad y su palabra es ley en cualquier asunto, ya sea interceder en casamientos o bien recaudar los fondos para la construcción del nuevo templo.

Al hombre santo se le puede ver en la plaza rodeado de hombres, imparte sabiduría y recibe asentimientos de su congregación.

El Demonio es el mayor peligro, la tentación que Dios ha dejado a los hombres para probarlos en su camino hacia la perfección. El Demonio es orgullo, es envidia, es insatisfacción. El mal miente, y no hay peor mentiroso que uno mismo. Esta es la enseñanza que hoy va a impartir Elijah ben Musah.

Rodeado de atentas miradas, complacido con el eco de su voz, el hombre santo queda enredado en la visión de la zarza ardiente: la pequeña Sira que camina esbelta con un jarro sobre su cabeza. Carne joven y tersa, de pequeños senos y tostados pezones, su cuello de cisne sustenta un busto de marfil.

Joven e inmaculada, camina inocente hacia la fuente donde otras jóvenes ríen sin recato como sólo pueden hacerlo aquellos que están libres de pecado.

El hombre santo no yace con mujer. Ninguna de la comunidad es digna de entrar en su dormitorio y la verdad es que teme ser juzgado si se le ve con una meretriz.

Elijah ben Musah es santo, pero también hombre y animal. No entiende sus propias enseñanzas y reprime su ser, no acepta que ser santo significa ser hombre y ser animal, que estar en paz con ambas esencias deja a uno libre para amar.

Aunque Elijah ben Musah sea incapaz de amar, su instinto ha sido liberado por la niña Sira. El santo ha olvidado ser hombre y ahora queda dominado por el animal.

Está arrebatado por la pasión de la carne, allí, rodeado de sus fieles que le miran extrañados. No responde a su preguntas, se avergüenza de la erección que tiene y que en cualquier momento pueden descubrir.

Y la culpable de todo le da la espalda sin saber el impacto que ha provocado.

—Es el demonio.

Sus murmullos van dirigidos hacia sí mismo, quizás haya visto algo en su interior y lo exhalado ha sido reconocimiento.

Pero sus fieles le rodean y están atentos a cada una de sus palabras.

Elijah ben Musah es un santo en su comunidad. Es juez de hombres y su palabra es ley en un momento y un lugar donde la condena es lapidación.

Nos enseñan que las mujeres son intrínsecamente malvadas, que su mera existencia despierta a los demonios de la carne.

Fijaos en la niña Sira y su cántaro roto, seguiría viva si no hubiera tentado a un hombre santo.