Leer es escribir, es traducir.

Ayer, se celebró en la Biblioteca Bidebarrieta la conferencia de la reconocida escritora, traductora y actriz francesa Florence Delay: “LEER ES ESCRIBIR, ES TRADUCIR”.

colaboración con la librería Elkar, un stand nos muestra algunas novelas de la escritora que podemos adquirir, como “Mis Ceniceros”, “Etxemendi” y “Llamado Nerval” que, al final del acto, ella obsequiará con firmarlos a quien lo desee.

Para comenzar, Jean-André Viala nos hace una presentación exhaustiva de Florence Delay haciendo un amplio recorrido por toda su carrera profesional.

La escritora comienza su exposición en francés. Ha olvidado todo su español, confiesa, aunque todavía lo lee con fluidez y lo comprende. Nosotros no podemos decir lo mismo, y debemos recurrir a los cascos para escuchar la versión simultánea de la traductora.

“Leer es escribir, es traducir”.

Esta afirmación la leyó en una página hace tiempo, y le hizo comprender que  coincidía con sus propios pensamientos, tanto que estas tres actividades ocupan el centro de su vida.

A veces tienes que traducir un libro para poder leerlo mejor, dice. Y a veces, lo que sale es una obra tan única, que el traductor la cree suya. Ella experimentó esa sensación cuando tradujo “LA CELESTINA”.

La literatura es un proceso que se va fabricando. Siempre hay un modelo, un mentor, alguien a quien le sigues los pasos, porque escribir y leer, van ligados. Los libros nacen de libros, sin ellos no podríamos vivir tantas vidas que nos ofrecen. Un autor debe transmitir pasión, dejarse llevar por las emociones. Ella recomienda la cólera porque es un sentimiento verdaderamente fértil para escribir.

“En un lugar de la mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme…” Florence nos regala, en perfecto castellano, las primeras líneas de la obra que narra las aventuras del hidalgo más famoso de nuestra literatura. Nos habla de “EL QUIJOTE” con tal admiración que es inevitable sentir deseos de leerla… (Sí, lo confieso, es lo que tienen las lecturas obligadas del colegio, que se atragantan antes de que empecemos con ellas).

Para ella fue un placer ir descubriendo, según avanzaba en su lectura,  que esos tres conceptos de leer, escribir y traducir, impregnaban la obra. El narrador se encuentra con un morisco que le lee y le traduce las andanzas de este personaje, y se muere de risa. ¿Alguna vez hemos visto una autobiografía ficticia más perfecta que esta?

A mucha gente le cambia la vida la lectura. Consejo: regalen libros.

Les recomiendo: “TRADUCTOR CLEPTÓMANO” de Dezso Kozstolanyi.

Yo debo mucho a un regalo que me hicieron, nos confiesa. Un día, alguien vino con un libro de Thomas de Quincey, “LA MONJA ALFÉREZ” y dijo: este libro está agotado, creo que te gustará. Y ella empezó a leerlo sin poder parar. Pensó que se trataba de una ficción y, más tarde, descubrió la verdad. Aquel libro le cambió la vida. Lee la parte en la que la monja se confiesa ante el cura y, al terminar, nos revela: “Ojalá yo escribiera así”.