«1984» de GEORGE ORWELL

1984

El mundo ha sufrido estados totalitarios, aunque nunca uno tan terrible como el que define la distopía titulada ‘1984’. George Orwell plasma en esta novela algunos procedimientos clásicos de las dictaduras tales como la manipulación informativa, el fomento de las denuncias entre vecinos o el lavado de cerebro mediante mensajes de megafonía. Sin embargo, aprieta una vuelta más la tuerca de la opresión e idea una sociedad en la que el deseo sexual y la intimidad desaparecen. Las nuevas generaciones forman ligas de castidad y todos los rincones incluidos el cuarto de baño, el salón y el dormitorio de cada hogar, son filmados las veinticuatro horas del día por el ojo del Gran Hermano. En esa atmósfera el ser humano desaparece y se transforma en otra cosa. En un monstruo. Una máquina biológica. Una aberración de la Naturaleza.

Lo que a mi entender convierte ‘1984’ en una obra maestra es, en primer lugar, la capacidad del autor para horrorizarnos. La lectura va dejando un poso amargo que al final se convierte en desasosiego. Hay torturas espeluznantes, muy gráficas, y la sola amenaza de la habitación 101 hace contener el aliento. Estoy convencido de que en este punto el señor Orwell no inventa nada. Existe quien perpetra las barbaridades y quien a causa de golpes y amenazas traiciona sus sentimientos más profundos (¡qué remedio!). Sin embargo, quiero creer que jamás nos dejaremos arrastrar a una sociedad como la de ‘1984’, tan global e irrevocable. Si no existe el dios de las utopías tampoco el demonio de la deshumanización. Digo yo. Porque eso es en definitiva esta obra: el caos disfrazado de orden, la humillación de los valores, la muerte de la Humanidad.

El segundo factor que hace grande ‘1984’ es la vigencia de su mensaje. A nuestro alrededor tenemos los mismos males: manipulación, conductas gregarias y conformismo. Los gobiernos hablan de paz y ecología mientras fabrican armas o boicotean Kioto. Las modas hacen perder la individualidad. La publicidad proscribe el pensamiento. Suena a tópico pero es verdad. Suena a tópico porque ya hemos asumido el presente sin rechistar. Obviamos montones de embustes con tal de que nos respeten pequeñas parcelas de libertad, lujos, derroches y despropósitos.

Quizá no estamos tan lejos de ‘1984’ como desearíamos. Bien pensado, llevamos 31 años de ventaja a las quimeras del señor Orwell, que sólo falló en su pronóstico al excluir el dinero de las motivaciones humanas. A estas alturas «doblepensamos» a la perfección. Volvemos la vista sin remordimientos. Olvidamos o recordamos las lecciones de la Historia según interese en cada momento. Y por encima de todas las cosas, amamos con fervor a nuestro Gran Hermano, que oprime como el que más pero con mayor inteligencia que el de las novelas. Nuestro poder fáctico particular tiene la precaución de proporcionarnos circo en abundancia.

Que no te digan esos radicales, anarquistas y antisistema que dos y dos son cuatro. Sabes de sobra que suman cinco. Hasta Pitágoras lo decía.

David Calleja (TIEMPO DE DUENDES)